miércoles, 1 de abril de 2009

lucidez








Autoría: Guillermo Arengo
Actuan: Blas Arrese Igor, Martina Garello, Ezequiel Gelbaum, Mariana Moreno, Javier Pedersoli
Vestuario: Cecilia Zuvialde
Escenografía: Cecilia Zuvialde
Diseño de luces: Ricardo Sica
Fotografía: Marieta Vazquez
Diseño gráfico: Marieta Vazquez
Asistencia de escenografía: Joel Drut
Asistencia de dirección: Marigela Ginard
Prensa: Carolina Alfonso
Dirección: Guillermo Arengo


Guillermo Arengo se consolida como director

Condensación, melodrama, parodia y delirio en una propuesta que tiene como eje un cuarteto musical en el que brilla Blas Arrese Igor



El director eligió un espacio abstracto que remite al universo disco

Lucidez. Autor y director : Guillermo Arengo. Diseño de luces: Ricardo Sica. Diseño de Escenografía y vestuario: Cecilia Zuvialde. Asistencia de dirección: Marigela Ginard. Con: Blas Arrese Igor, Martina Garello, Mariela Della Vecchia, Ezequiel Gelbaum y Javier Pedersoli. En Beckett Teatro, Guardia Vieja 3556, Viernes, 21. Duración: 45 minutos.
Nuestra opinión: muy buena

El universo dramático de Guillermo Arengo sobresale en una escena en la que muchos de nuestros jóvenes creadores han seguido demasiado de cerca la estética de sus maestros. Arengo, muy por el contrario, parece haber encontrado un espacio propio al conjugar sus preocupaciones existenciales con una forma muy particular de producir sobre la escena una mirada tanto sarcástica como paródica.

En obras anteriores como Circuito para gente artificial se encuentran los orígenes de una mirada profundamente desesperanzada sobre la humanidad, o la existencia al menos. La base filosófica encuentra puntos de contacto con producciones anteriores, pero lo interesante en Arengo es que las formas estéticas elegidas para la representación van cambiando con el tiempo. En aquella obra, por ejemplo, apelaba a una especie de futurismo pauperizado o tercermundista. Aquí, muy por el contrario, intenta rescatar y poner en primerísimo primer plano la dimensión emocional de los hombres, al mismo tiempo que los ridiculiza en su posibilidad de llegar a extremos que, no por crueles, dejan de ser patéticos.

Crisis creativa

Desde una perspectiva temática, Arengo compone un universo en el que la creatividad está en crisis debido a la desarticulación del equipo creativo. Y no deja de ser interesante pensar esto en relación con cierta mirada crítica del teatro porteño de los últimos años.

Aquí no se trata de teatristas sino de un grupo musical llamado Lucidez, que está en pleno divorcio artístico. Sus cuatro integrantes están frente al último día en el que estarán todos juntos. Poco se sabrá del destino de alguno de ellos, y cuando se ofrezca algún dato, el espectador tendrá que ponerlo en duda. Uno de ellos, el protagonista, está sufriendo una profunda crisis creativa a la que únicamente podrá hacer frente recurriendo telefónicamente a un profesional que vaya preparándole, según pide, algún tipo de sustancia química que calme las sensaciones. La estética elegida para esta primera parte es claramente la del melodrama sólo que estará distanciado y parodiado.

Arengo eligió como formato escénico recurrir a un espacio lo más abstracto posible. Unas cuantas sillas (algunas con un mecanismo oculto que será usado en el segundo acto) y un decorado que con brillos remita a cierto universo disco le alcanzará para depositar a estos seres. Un teléfono con un cable inmensamente largo adquirirá lentamente protagonismo ya que él le permitirá al espectador diferenciar los momentos oníricos de los que no lo son, ya que la obra trabaja intencionalmente con la ambigüedad como sistema comunicativo.

El espectador nunca tendrá muy en claro la zona dramática en la que se encuentra, ya que los sueños se alternan con la vigilia en una sorprendente continuidad, a la par que en términos estéticos el realismo se verá afectado, en el segundo acto y con la brillante aparición de Blas Arrese Igor, con una dosis de delirio más que importante.

La iluminación y el vestuario, a cargo de Ricardo Sica y Cecilia Zuvialde respectivamente, colaboran junto con la escenografía para dejar que quienes verdaderamente se luzcan sean los actores. Arengo, sin descuidar el texto, suele depositar gran parte de la responsabilidad en su elenco. Aquí se destaca fundamentalmente Ezequiel Gelbaum, autor de la banda, que es quien evidencia la imposibilidad de seguir creando; se encuentra muy bien secundado por todos sus compañeros.

Pese a ser un espectáculo que en apariencia es de pequeño formato, Arengo logró condensar, en los pocos minutos en los que transcurre, un trabajo estético importante junto con una concepción irónica del universo artístico.

Federico Irazábal

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